Entre el viernes 10 y el domingo 12 de noviembre, y posteriormente entre el viernes 8 y el sábado 10 de diciembre, el grupo de antiguos escolanos “Nova Schola de Madrid” se concentró nuevamente en la Escolanía del Valle de los Caídos, como viene haciendo periódicamente, con el fin de ensayar su repertorio con sus directores (P. Laurentino y D. Raúl Trincado), ayudar a solemnizar el canto litúrgico en la Basílica y poder ofrecer algunos fines de semana libres a los escolanos actuales, así como mantener su vinculación con el Valle y alentar su vida cristiana.
Conferencia en la Escolanía del Valle de los Caídos
El jueves 9 de noviembre por la mañana, D. Emilio Domínguez, doctor y profesor de Filología Inglesa, impartió en la Escolanía del Valle de los Caídos una conferencia sobre el escritor británico-sudafricano y católico Roy Campbell. Asistieron los cursos de 6º de Educación Primaria y Educación Secundaria Obligatoria. El acto, que tuvo muy buena acogida por parte de los alumnos, fue organizado por el profesor de Lengua y Literatura del Colegio-Escolanía y forma parte del ciclo de conferencias-coloquio “Conoce a los autores”.
III Domingo de Adviento
Hermanos amados en el Señor: Jesús se hace presente en esta asamblea de su pueblo congregado por su Palabra para celebrar su sacrificio en la Cruz, que se actualiza aquí y ahora en la Eucaristía. Nos lo ha dicho el Señor en su Palabra que se ha proclamado: “Dad gracias a Dios en toda ocasión: esta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto a vosotros.” La Eucaristía significa Acción de gracias. La Eucaristía es la Acción de gracias por excelencia de la que sacamos fuerza para obedecer los impulsos del Espíritu. El Espíritu nos guía para ir descubriendo en los acontecimientos diarios, en el prójimo, en la actualización litúrgica de los misterios salvíficos, la presencia de Cristo hasta que se consume la salvación con el retorno de Jesús. Nos ha tocado vivir este final de los tiempos que no hay que confundir con el fin del mundo, sino que se refiere al establecimiento del Reinado de Dios aquí en la tierra, que ha quedado desfigurada por el pecado. Anhelamos la recapitulación de todas las cosas en Cristo. Ese “venga a nosotros Tu Reino”, del Padre nuestro, o sea el Reinado de Cristo de paz, de justicia y amor. Un anhelo que supera las fuerzas humanas. Un anhelo que solo el Espíritu de Dios puede llevar a cabo con ese poder de hacer todas las cosas nuevas en Cristo. Pero para ello hemos de pasar por la gran prueba escatológica de la que habla el Catecismo de la Iglesia, “La Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (Cf. Ap 19, 1-9). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (Cf. Ap 13, 8) en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (Cf. Ap 20, 7-10) que hará descender desde el Cielo a su Esposa (Cf. Ap 21, 2-4). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (Cf. Ap 20, 12) después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (Cf. 2 P 3, 12-13)”. [CatIC 677]. En el bautismo, y sobre todo en la Confirmación fuimos sellados en el Espíritu, para ser fieles a sus inspiraciones. El Catecismo proféticamente nos asegura que si somos fieles seremos protegidos en la prueba: “Este sello del Espíritu Santo, marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre, pero indica también la promesa de la protección divina en la gran prueba escatológica (Cf. Ap 7,2-3; 9,4; Ez 9,4- 6)” [CatIC 1296]. Y como no sabemos cuando todo esto tendrá lugar siempre hemos de estar preparados. Estar preparados significa que nuestro objetivo primordial en la vida ha de ser no perder nunca la gracia de Dios. Podemos caer una y mil veces, pero siempre hemos de tener esa inquietud sana de vivir reconciliados con Dios y arrepentirnos de corazón si hemos pecado, prometiéndole al Señor que nos confesaremos en cuanto nos sea posible. Esto es vivir en la verdad. Todos somos pecadores, pero si somos humildes y reconocemos nuestro pecado y nos arrepentimos y nos acercamos al sacramento de la penitencia estaremos preparados en lo fundamental. Pero si nos engañamos diciendo que no hay que ser escrupuloso o fundamentalista o cualquier otro calificativo acomodaticio para adormecer nuestra conciencia, entonces no estamos viviendo una vida en Cristo. No somos sarmiento de la vid que es Cristo. Somos una rama seca que no da fruto. Y sin ese permanecer injertados en Cristo no llevamos vida verdadera. Pero el Catecismo nos asegura que si pertenecemos a Cristo recibiendo su gracia por los sacramentos y estando a su servicio seremos protegidos en la prueba escatológica.
San Juan Bautista no quiso vivir en el engaño de hacerse pasar por el Mesías. Su gloria, lo que daba sentido a su vida, era ser: “la voz que clama en el desierto: allanad el camino del Señor”. Su mensaje estaba en continuidad con los profetas. Y hace referencia a las palabras de Isaías. San Pablo nos ha advertido seriamente: “No apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía.” Dios ha dispuesto que siempre haya profetas que nos recuerden las verdades sustentantes de la fe y que anuncien los correctivos que ha de enviarnos si nos apartamos del camino de sus mandamientos. Hay profetas falsos, siempre ha sido así. El deber de los pastores es estudiarlos, teniendo en cuenta que si desprecian las profecías verdaderas comprometen la salvación de los fieles. Dios no niega la luz al que acude a Él con sencillez. Hay que pedir a Dios por nuestros pastores para que no caigan en la tentación de dulcificar el mensaje de Jesucristo para gozar de popularidad y no tener que sufrir las protestas de los que no quieren abandonar su vida de pecado.
La Navidad ya cercana exige de nosotros no plegarnos a los mensajes consumistas en los que nos sumerge por todas partes esta sociedad rebelde a Dios. Por todos los medios posibles quiere el mundo marcar las distancias con Dios vaciando de contenido la venida de Cristo, que es sin duda, la mejor y más grande noticia que se puede dar al hombre de todos los tiempos. Ahora nos quieren obligar a que lo consideremos una vergüenza. Y lo realmente vergonzosos es que nos dejemos arrebatar nuestra fe y no seamos capaces de proclamar de palabra y con la vida, como Juan Bautista y tantos otros, que el Bautismo de Jesús nos ha hecho HIJOS DE DIOS. Y estamos orgullosos de serlo y queremos serlo de verdad y no solo de nombre. A partir de ahora decir esto va a ser motivo de persecución a muerte. Ya es una muerte civil lo que provoca confesar claramente sus enseñanzas en aquello que más le duele al mundo opuesto a Dios en su proyecto de ingeniería social: borrar en el hombre la huella de Dios, la pertenencia a Dios. Tenemos que confesar que hemos caído tantas veces ingenuamente en su trampa y les hemos seguido el juego viviendo una vida en pecado como si no pasara nada. Adaptando las modas que nos ha traído esta cultura de la muerte. Hemos dejado envilecer nuestro cuerpo y nuestro espíritu aceptando sus nuevas costumbres opuestas al camino que Jesús nos ha enseñado y que los santos lo actualizan de modo heroico, para que sean ejemplo y motivación para nuestro vivir como cristianos. Nos hemos desgajado del tronco de Cristo: vid portadora de la savia de vida eterna. Nos alimentamos de la savia mortífera de este mundo infernal en tantos ámbitos de nuestro vivir cotidiano.
Despertemos queridos hermanos, tomemos fuerza en la comunión con Cristo que hace vivo y actual su sacrificio en la Cruz en esta Eucaristía. No dejemos de avivar la presencia de Cristo en nosotros acercándonos a adorarle en tantos sagrarios abandonados, porque Él está viniendo siempre que le llamamos con nuestro amor. Estando con Él nos sacará de nuestras dudas y desengaños, disipará los miedos que el enemigo de Dios siembra en nosotros en cuanto le dejamos una brecha abierta. El mal espíritu se introduce por el descuido en no vivir el Evangelio y distanciarnos de sus palabras de vida eterna. Pero a los que no se avergüenzan de llamarse y de comportarse como hijos de Dios y se esfuerzan en conocerle y son constantes en orar y vivir alegres en el seguimiento de Cristo serán bendecidos eternamente. María, la Bienaventurada Madre de Jesús y nuestra, allanará nuestro camino. ¡Cuántas familias han hallado la paz que no lograban por otros derroteros, cuando empezaron a rezar el rosario en familia! ¿Por qué no hacemos todos la prueba? Quizás cueste al principio, pero no podemos cederle ya más terreno al enemigo. Empecemos la lucha por nuestra familia. Oremos juntos y confiemos en el Señor y no seremos defraudados.
Concierto de la Escolanía del Valle de los Caídos en el Monasterio de El Escorial
El viernes 3 de noviembre, la Escolanía de la Santa Cruz del Valle de los Caídos ofreció un concierto dentro del Festival de Escolanías organizado por el Ayuntamiento de San Lorenzo de El Escorial, como consecuencia de la aplicación de uno de los proyectos más votados por la población en los presupuestos participativos de 2017, nacido por iniciativa de la asociación “Fe y Cultura”. En el Festival, desarrollado en los días 27 y 28 de octubre y 3 y 4 de noviembre, participaron también la Escolanía del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (PP. Agustinos, viernes 27 de octubre), la Escolanía de Nuestra Señora de Covadonga (sábado 28 de octubre) y el Coro de la Fundación Don Juan de Borbón de Segovia (sábado 4 de noviembre). Todos los conciertos se desarrollaron en la Basílica del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial. La Escolanía del Valle de los Caídos ofreció su concierto con dos partes, como es habitual en ella: la primera de canto gregoriano, bajo la dirección del P. Laurentino Sáenz de Buruaga, y la segunda de canto polifónico, dirigida por D. Raúl Trincado Dayne y con Dª Valentyna Naida al órgano. Entre las autoridades, asistieron los priores del Monasterio de El Escorial y de la Abadía Santa Cruz, la alcaldesa de San Lorenzo de El Escorial y varios concejales, y el Delegado de Patrimonio Nacional. Un equipo de Telemadrid se desplazó para grabar algunas tomas. Los bancos de la Basílica quedaron llenos y el público quedó muy satisfecho y aplaudió con gusto al final del concierto. Después del mismo, el Ayuntamiento invitó a los niños a cenar en agradecimiento por su trabajo.
Peregrinos en el Valle de los Caídos en el mes de noviembre
Entre los muchos grupos de peregrinos venidos al Valle de los Caídos en el mes de noviembre, destacamos algunos. Así, el sábado 4 de noviembre por la mañana, rezaron el Via Crucis por el recorrido monumental 100 peregrinos del “Proyecto Frassati” de la Delegación de Ocio y Tiempo libre de la Diócesis de Toledo (ya varios años lo vienen haciendo). Por la tarde, en los aparcamientos de la explanada posterior, de la Escolanía, tuvo lugar la bendición de motos y coches de la asociación de moteros “Ángeles Verdes”, formada en buena parte por guardias civiles; fue realizada por el P. Prior Administrador y contó con la asistencia de la Escolanía, que cantó y dio un tono simpático al acto, en agradecimiento de lo cual luego pudieron montar en las motos. El domingo 5 de noviembre, vino a la Misa conventual de 11 h. en la Basílica un numeroso grupo de peregrinos de Portugal. El miércoles 22 de noviembre, 20 sacerdotes greco-católicos ucranianos, capellanes de comunidades ucranianas de toda España, vino por la mañana al Valle de los Caídos, siendo recibidos por el P. José Ignacio y posteriormente por el Prior Administrador, así como por los tres escolanos ucranianos que hay en nuestra Escolanía (Markiian, Arsen e Iván); después de visitar la Basílica, el monasterio y la Escolanía, regresaron a la cercana localidad de Los Molinos, donde estaban alojados y se esperaba la visita del Obispo Auxiliar de Kiev para impartirles una plática. También el miércoles 29 de noviembre, vino otro grupo de sacerdotes católicos ucranianos y fueron atendidos por el P. José Ignacio y los tres escolanos mencionados. El jueves 23 de noviembre, vino un grupo del Seminario Mayor de Toledo, que fue recibido por Fr. Javier.
II Domingo de Adviento
Queridos hermanos: la Palabra de Dios nos ilumina y acompaña nuestro itinerario hacia el Señor. Este camino encuentra obstáculos, a veces se desdibuja y nos perdemos por vericuetos que no son los suyos, por lo que siempre hemos de pedir al Señor que enderece nuestros senderos torcidos. Preparar el camino es convertirse, tarea siempre pendiente, pero no por eso hay que acostumbrarse a oír como quien oye llover, pero sin escuchar con atención en orden a obedecer. La salvación anhelada debe ser completa o de lo contrario es una simple vuelta del destierro en la que los repatriados encuentran las ruinas de la muralla de la ciudad santa que dejaron. La Palabra de Dios no miente, se refiere a una salvación eterna, al nuevo cielo y tierra en los que habite la justicia. Esos deseos infinitos están en nuestro corazón, que no se satisfará hasta ser colmado con la promesa implícita en el bautismo del Espíritu: ser introducido en la vida de las tres personas divinas.
La conversión, tarea ardua, lleva consigo una gran recompensa. Preparar el camino en el desierto es trabajoso, se nos hace muy larga la espera del fruto y casi ninguno se libra de la tentación de pensar que el Señor tarda en cumplir su promesa. S. Pedro nos enseña a dar la vuelta a la tentación y a enfrentarnos a nosotros mismos diciendo: el Señor es rico en misericordia, tiene mucha paciencia conmigo, pues me he acostumbrado a vivir en pecado y aguarda mi conversión, porque no quiere que ningún alma se pierda. Si deseo con todas mis fuerzas esperar al Señor viviendo en paz con Él, reconciliado con Él, intachable e irreprochable, debo acudir con frecuencia y regularidad al sacramento de la reconciliación o penitencia y hacer verdaderos y autoexigentes propósitos de enmienda. He de estar vigilante para que los afanes, placeres y vanidades terrenales no me cautiven. La vigilancia se ha de concretar en la sobriedad, para no dar un paso adelante y otro atrás y en la piedad, suplicando continuamente la gracia de Dios, porque debo reconocer humildemente mi incapacidad de alcanzar esos propósitos solo con mis fuerzas. La Eucaristía, fuente y culmen de toda vida cristiana, es la mejor ocasión para poner en manos de Dios mi desvalimiento y mi carencia de méritos propios, pues el Señor hace maravillas en los que confían en Él y piden lo que tanto agrada al Señor: hacer su voluntad por encima de todo.
La voluntad divina la han cumplido y la siguen cumpliendo en su vida muchos seglares, tan de carne y hueso como los que estáis en los bancos, laicos que podrían estar hoy ahí sentados entre vosotros si la providencia divina no hubiera dispuesto lo contrario. La llamada universal a la santidad no es exclusiva de monjas y curas, sino que la recibe todo cristiano en su bautismo. Como dijo S. Juan Pablo II a los jóvenes en su último viaje a España: “se puede ser moderno y profundamente fiel a Jesucristo”. No es una quimera inalcanzable vivir una vida de piedad y moderna a la vez y nos sirve de ejemplo una joven periodista de nuestros días. Recordaréis hace años una sentencia internacional por la que fueron excarcelados terroristas, asesinos y violadores en serie, uno de ellos el asesino de Marta Obregón, burgalesa de 22 años, raptada en el portal de su casa y violentamente asesinada por resistir al intento de violación. El suceso conmocionó a la opinión pública y pronto se difundió por toda España, entre otras razones porque el rostro de la víctima parecía el de una virgen niña con paz.
En este 2017, en que se han cumplido 25 años de su martirio, el arzobispo de Burgos ha publicado una carta el 21 de enero, día en el que Marta fue martirizada. La carta dice así: “Ayer sábado, día de Santa Inés, joven cristiana de los primeros siglos de la Iglesia, que murió mártir sellando con su sangre el don de la virginidad, se cumplían 25 años de la muerte de Marta Obregón, cuya causa de beatificación está abierta dentro de nuestra Diócesis de Burgos. El proceso sigue su curso normal, a la espera de la finalización de su fase diocesana. El anterior arzobispo de Burgos abrió en 2011 el proceso de beatificación de esta joven, cuya vida y cuya muerte conviene rescatar como modelo para nuestra juventud”. El arzobispo termina destacando “la grandeza de la castidad, como se hace visible cuando resiste y lucha hasta morir asesinada por defenderla. Una virtud hoy poco valorada, que nos ayuda a orientar el amor y la entrega hacia su plenitud y belleza más singular”.
Marta atravesó sus crisis de fe y no fue ninguna mojigata, sino que tuvo sus caídas y tuvo que volver a empezar una y otra vez como todos nosotros. Sin embargo, el último de sus novios, con el que mantuvo un amor ejemplar, nos transmitió unas palabras de Marta: “La verdadera y única paz se encuentra en Dios, y todos estamos de paso en esta vida”. La sierva de Dios supo sopesar con sabiduría los bienes de la tierra y amar intensamente los del cielo.
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Queridos hermanos: no todos estamos llamados a dar nuestra vida por Cristo como esta nueva émula de Sta. Mª Goretti, pero sí podemos pedir a Dios que nos disponga a cumplir su voluntad y que nos infunda el santo deseo de salir animosos a su encuentro sin que lo impidan los afanes terrenales. Pidamos aprender la sabiduría celestial por mediación de Ntra. Sra. de Loreto, patrona del Ejército del Aire, a cuyos miembros encomendamos por celebrarla hoy y a la que se dedica una de las capillas de la nave central de nuestra basílica. Que así sea.